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EL RECORTE DE LA FED: ¿ALIVIO O ADVERTENCIA?

El 17 de septiembre la Reserva Federal recortó los tipos en 25 puntos básicos, situándolos en el 4,00–4,25 %. El movimiento se interpreta como la primera señal de ajuste después de varios meses de tipos sin cambios. Sin embargo, detrás del gesto se esconde un mensaje más complejo: este recorte tiene tanto de advertencia como de estímulo.

El mercado laboral, que hasta ahora había sido uno de los pilares de la economía estadounidense, empieza a mostrar signos de agotamiento. Desde mayo, la creación de empleo apenas ha promediado 27.000 puestos al mes, y las revisiones recientes han eliminado cerca de un millón de empleos de informes previos. Esto significa que la solidez percibida era en realidad menor de lo que se pensaba. Powell lo reconoció abiertamente: el recorte responde al aumento de los riesgos a la baja en el empleo. Más que un movimiento proactivo, se trata de una reacción defensiva ante un deterioro que ya resulta evidente.

Al mismo tiempo, la Fed elevó sus previsiones de crecimiento e inflación, lo que muestra que no actúa desde el pesimismo absoluto. El banco central sigue confiando en la capacidad de la economía para expandirse. Históricamente, recortar tipos en un contexto de crecimiento ha sido positivo para los mercados, porque añade estímulo cuando los beneficios corporativos aún son sólidos. La paradoja es clara: el mismo movimiento puede leerse como una señal de debilidad o como un catalizador de riesgo.

La institución se enfrenta ahora a un equilibrio delicado. Con la inflación subyacente en torno al 3 %, por encima del objetivo del 2 %, no puede recortar de forma agresiva sin poner en entredicho su credibilidad. Pero mantener los tipos demasiado altos mientras el mercado laboral se debilita también es arriesgado, ya que puede acelerar un frenazo económico. Todo ello ocurre en un entorno marcado por déficits fiscales elevados y tensiones geopolíticas que amplifican la volatilidad en los mercados de deuda y en el dólar.

Para los inversores, este contexto exige evitar lecturas simplistas. Ni euforia ni catastrofismo. Lo más sensato es mantener flexibilidad, reforzar la diversificación y no olvidar el papel de los safe havens. Esto implica contar con liquidez suficiente sin dejar recursos ociosos, combinar bonos de calidad con vencimientos escalonados e incorporar sectores con fundamentos sólidos, tecnología, salud, utilities o infraestructuras, aprovechando caídas puntuales. Al mismo tiempo, activos refugio como el oro o la deuda soberana de alta calidad siguen siendo esenciales como contrapeso en un escenario de tipos reales más bajos y un dólar más débil. En un entorno incierto, diversificar entre crecimiento y safe havens es la mejor forma de protegerse.

El recorte de septiembre no marca un final, sino el inicio de una fase más incierta. La política monetaria vuelve a girar en torno al empleo, y será la evolución del mercado laboral lo que determine si la economía logra una transición ordenada o se aproxima a una recesión. Los titulares hablan de recorte; los datos sugieren que la economía estadounidense ya no tiene la misma holgura que antes.

Moira del Río Guitart