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ESPAÑA EN EL EPICENTRO: CHINA Y EE.UU. NEGOCIAN EN MADRID

Aunque para buena parte de la opinión pública pueda haber pasado desapercibido, esta semana Madrid se convirtió en un escenario de importancia estratégica. El Palacio de Santa Cruz acogió delegaciones de Estados Unidos y China para una nueva ronda de negociaciones sobre comercio y tecnología. La elección de la capital española no debería interpretarse como un mero hecho logístico, pues también responde tanto a la capacidad de España para garantizar un entorno seguro y neutral como a la voluntad de proyectarse como espacio de interlocución fiable en un momento de creciente tensión entre las dos mayores potencias del planeta. La hospitalidad diplomática española se convierte, así, en un activo que permite reforzar la imagen del país como facilitador de diálogos complejos, aunque no disponga del peso económico o militar que caracteriza a Washington o Pekín.

El trasfondo de estas conversaciones pone de relieve cómo la competencia tecnológica se ha convertido en un eje central de la geopolítica contemporánea. La guerra comercial entre Estados Unidos y China ha dejado de limitarse a los aranceles, desplazándose hacia ámbitos estratégicos de alto valor geopolítico, como los semiconductores, la inteligencia artificial, la infraestructura digital y el control de plataformas de datos masivos. En Madrid, las negociaciones abordaron cuestiones que van desde la imposición de restricciones a la exportación de tecnologías críticas hasta la futura operatividad de TikTok en Estados Unidos, cuya regulación ha adquirido un valor simbólico al encarnar la intersección entre seguridad nacional y mercado digital. El acuerdo preliminar alcanzado, que contempla la reestructuración de la filial estadounidense de la plataforma y la extensión de los plazos para su transición, ilustra cómo la rivalidad tecnológica actual exige soluciones que integren mecanismos regulatorios, estructuras empresariales y consideraciones de seguridad nacional, reflejando la complejidad de los conflictos tecnológicos modernos.

Esta ronda negociadora coincidió con reuniones bilaterales de alto nivel entre España y Estados Unidos, en las que participaron el ministro de Asuntos Exteriores, José Manuel Albares, y el ministro de Economía, Comercio y Empresa, Carlos Cuerpo, con el secretario del Tesoro, Scott Bessent, y el representante de Comercio estadounidense, Jamieson Greer. Celebradas en la sede del Ministerio de Asuntos Exteriores, estas reuniones tuvieron como objetivo reforzar la presencia española en el mercado estadounidense en un contexto marcado por los aranceles impuestos por la administración Trump. Los representantes españoles destacaron la importancia del comercio UE-EEUU, que representa aproximadamente el 30% del intercambio global de bienes y servicios, y reafirmaron su compromiso con la cooperación y el diálogo con Estados Unidos, así como su apoyo a la competitividad de las empresas españolas. Este doble eje compuesto por negociaciones multilaterales con China y diálogo bilateral con Estados Unidos, refleja cómo España busca maximizar su capital diplomático y económico en un entorno de competencia tecnológica y tensiones comerciales.

El hecho de que estas negociaciones se celebren en suelo europeo añade una dimensión política y regulatoria adicional. Al desarrollarse en un Estado miembro de la Unión Europea, el diálogo no se limita a la bilateralidad sino que incorpora indirectamente la perspectiva comunitaria sobre protección de datos, regulación de plataformas y estándares industriales. Bruselas ha consolidado la llamada “soberanía digital” como un eje de política estratégica, a través de iniciativas como la European Chips Act, el Reglamento de Servicios Digitales y el Reglamento de Mercados Digitales, y la celebración de estas negociaciones en Madrid permite proyectar la idea de una Europa que, aun sin el poder económico o militar de las superpotencias, busca ser actor regulatorio con voz propia en la gobernanza digital global.

España se sitúa, en este contexto, en la tradición de países medianos que explotan su convening power, la capacidad de generar espacios de negociación en los que otros actores confían para resolver problemas complejos. Madrid, al albergar estas conversaciones de alto nivel y servir de puente entre la UE, Estados Unidos y China, proyecta una imagen de neutralidad constructiva y solvencia diplomática, convirtiéndose en un nodo donde convergen intereses divergentes en busca de entendimientos técnicos y políticos.

Sin embargo, es necesario matizar el alcance de esta proyección. La influencia de España en materia estratégica global sigue estando limitada por su menor capacidad tecnológica y económica, así como por la necesidad de alinearse con las prioridades de la Unión Europea. Su margen de maniobra real se encuentra en actuar como facilitador y en vincular esa función a una estrategia coherente con los intereses comunitarios. La neutralidad, en este sentido, no implica pasividad: exige transparencia, coordinación con Bruselas y definición clara de intereses nacionales que combinen apertura económica con rigor regulatorio, proyectando así una diplomacia activa y constructiva.

Además, la ronda madrileña subraya un elemento crucial de la diplomacia contemporánea: la interacción entre poder duro y poder blando. Mientras la capacidad de influencia sobre decisiones estratégicas continúa en manos de EE.UU. y China, la habilidad española para organizar, mediar y ofrecer entornos seguros representa un capital intangible que, bien gestionado, puede traducirse en ventajas concretas: acceso a foros técnicos, capacidad de atraer negociaciones futuras sobre gobernanza digital y fortalecimiento de la imagen como interlocutor fiable entre la UE y socios extraeuropeos.

En definitiva, la celebración de estas negociaciones en Madrid pone de relieve el valor de la diplomacia como instrumento de mediación y facilitación en un contexto de tensiones globales. España demuestra que, aun sin el peso de las grandes potencias, puede convertirse en un espacio de encuentro donde confluyan intereses estratégicos, comerciales y tecnológicos. Su capacidad para garantizar confianza, seguridad y neutralidad proyecta una influencia discreta pero tangible, que puede reforzar tanto su imagen internacional como la del conjunto europeo. Esta oportunidad debe aprovecharse para consolidar a España como interlocutor fiable y asegurar que su papel como facilitador se traduzca en beneficios concretos para los intereses económicos y diplomáticos del país.

Alfonso Puello Puerta