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Francia en punto de ebullición: crisis fiscal, nuevo bloqueo político y la apuesta por Lecornu

Nuevo terremoto político en Francia. La destitución del hasta ahora primer ministro François Bayrou tras perder la moción de confianza por 364 a 194 ha devuelto a Francia al terreno del caos político y social. En medio de un mar de deuda, un Congreso fragmentado y parálisis legislativa, la reacción inmediata del Elíseo ha sido nombrar a Sébastien Lecornu (el hasta ahora ministro de Defensa) como nuevo primer ministro, con la ardua encomienda de desbloquear el presupuesto de 2026 y estabilizar un sistema político en ebullición.

Para entender el alcance del momento conviene recordar la arquitectura institucional francesa: la V República es un régimen semipresidencial en el que el actual presidente Emmanuel Macron nombra al primer ministro, quien a su vez responde políticamente ante la Asamblea Nacional. En periodos sin una mayoría clara, como el actual, el jefe de gobierno se convierte en el resorte entre el Elíseo y un Parlamento fragmentado. Este diseño institucional, pensado para garantizar la gobernabilidad, a día de hoy expone sus debilidades; y es que, o se tejen coaliciones ad hoc o la agenda se empantana, como ya viene siendo habitual en toda la legislatura de Macron.

Bayrou planteó el voto de confianza como un dilema entre “compromiso democrático” y “negacionismo fiscal”. En su discurso, subrayó que Francia “se ahoga en un océano de deuda” y defendió un paquete de ajuste con recortes y medidas antipopulares como suprimir dos festivos para reconducir el déficit. También advirtió contra la “magia” de creer que gravar a unos pocos ultrarricos resolverá el problema, recordando que “los que son señalados… se van”. Ese planteamiento, combinado con la erosión política causada por la congelación de las pensiones, ha sido insuficiente para conservar apoyos ni en el centro-derecha ni en la izquierda.

Los mercados tampoco han sido indiferentes a este terremoto político, y es que la prima de riesgo francesa ya está en máximos recientes y, si el Parlamento no aprueba los nuevos presupuestos, podría aumentar la desconfianza y encarecer todavía más la financiación francesa.

En la calle, el espíritu revolucionario francés no se ha hecho esperar, pues la protesta “Bloqueémoslo Todo” está agrupando corrientes heterogéneas, desde grupos de derecha radical a sindicatos y activistas de izquierda, en un movimiento que ya recuerda al de los Chalecos Amarillos. La designación de Lecornu de momento no ha templado los ánimos e Interior ya ha desplegado decenas de miles de agentes para evitar una parálisis logística del país.

Pero, ¿por qué Lecornu? De cara al exterior, garantiza continuidad en defensa, apoyo a Ucrania y fortalecimiento industrial; hacia dentro, su cercanía a Macron y su perfil discreto buscan servir para tejer una mayoría que saque adelante un presupuesto creíble. No obstante, no luce un mandato nada halagüeño, en tanto que el macronismo está en sus horas más bajas y ya han amenazado desde diversas coaliciones (como la de Marine Le Pen) en hacerlo caer. La gobernabilidad dependerá, en última instancia, de la “creatividad”, como él mismo ha afirmado en su toma de posesión, para hacer y deshacer acuerdos.

¿El escenario para los próximos meses? Incierto. El margen de error es mínimo y el reloj para Lecornu ya ha echado a correr. La aprobación de los presupuestos de 2026, junto con la búsqueda de consensos, se perfilan como los grandes obstáculos a superar si Francia quiere recuperar una senda estable que temple los ánimos en la calle y le permita centrar todas sus energías en el convulso escenario internacional que impera y se avecina.

José Rubén Sáez Ruiz, Investigador