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Las migraciones como arma política y el caso Marruecos-España

A raíz de los recientes acontecimientos sucedidos en la localidad murciana de Torre Pacheco, se ha reabierto el candente debate sobre lo que la politóloga Kelly M. Greenhill denomina “weaponisation of migration”, o la instrumentalización de los flujos migratorios como herramienta de coacción diplomática.

Y es que este no es un fenómeno ni mucho menos nuevo. En este modelo, los migrantes se convierten en moneda de cambio de una estrategia de presión política, dirigida normalmente a inducir concesiones de un Estado objetivo. Los precedentes son casi innumerables: desde Bangladesh en los años 70, Fidel Castro abriendo el puerto cubano de Mariel en los 80, el reciente caso de Bielorrusia y la UE (como respuesta de Lukashenko a las sanciones contra su régimen), hasta el actual episodio de Marruecos, que demuestra que domina este mismo lenguaje en su relación con España y, por extensión, con Bruselas.

Así pues, Marruecos ha demostrado ser un actor hábil en este terreno. Como país de tránsito y origen de miles de migrantes, tiene en sus manos una de las llaves del control migratorio hacia Europa. El primer episodio de “chantaje” marroquí se produjo en 2021, cuando el Estado norteafricano abrió deliberadamente sus fronteras a más de 8.000 personas como respuesta a la decisión del Gobierno español de acoger al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali. Esto le permitió tantear la respuesta de España ante este tipo de situaciones, así como mandar un mensaje: si no se obedecen los intereses marroquíes, España pagará el precio en sus fronteras.

Los sucesos de Torre Pacheco, donde se ha desatado un verdadero conflicto étnico entre la población local y los jóvenes marroquíes que presuntamente han agredido a un anciano, evidencian el agotamiento de un modelo de convivencia que no ha resuelto ni la gestión de los flujos migratorios ni la integración de muchos de estos migrantes en las costumbres españolas. Este debate, además, ha dividido profundamente a la sociedad española entre los que defienden esta laxa política migratoria y los que la ven como una amenaza (orquestada desde Rabat) para la soberanía, la seguridad y la estabilidad social.

En cualquier caso, España, como frontera sur de Europa, vive en una compleja paradoja: necesita la cooperación de Marruecos para contener la presión migratoria, y al mismo tiempo contempla cómo su vecina del sur utiliza la misma como arma para debilitarla y fragmentarla internamente, subyugando al Estado español a sus condiciones, a expensas de que se reconfigure el modelo de gobernanza migratoria europeo.