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RUSIA DESCUIDA SU PATIO TRASERO

LA DERROTA DE ARMENIA ANTE AZERBAIYÁN SE CONVIERTE EN UNA VICTORIA DE EEUU, UNIÓN EUROPEA Y TURQUÍA

Tras 37 años de guerras intermitentes por la soberanía de Nagorno Karabaj (Cáucaso Sur), 2025 ha traído finalmente un acuerdo de paz entre Armenia y Azerbaiyán. El 8 de agosto, con mediación estadounidense, ambos países firmaron un documento que pretende cerrar uno de los conflictos más persistentes del espacio postsoviético. El acuerdo de paz es una novedad relevante que deja dos piezas mal heridas en el ajedrez geopolítico actual: una es un peón, Armenia, soldado caído en desgracia por perder la guerra. La otra pieza es caza mayor, la Reina Blanca, Rusia, cuyo ímpetu neo imperialista se desangra en las trincheras del Donbás, dejando flancos vacíos que otras potencias no dudan en ocupar. 

El conflicto sur caucásico hunde sus raíces en la desintegración de la URSS. Aunque la región del Nagorno Karabaj se encuentra dentro de las fronteras internacionalmente reconocidas de Azerbaiyán, su población ha sido históricamente mayoritariamente armenia, una realidad demográfica consolidada a lo largo de siglos. Cuando la Unión Soviética colapsó, esta mayoría impulsó un movimiento para unirse a Armenia, lo que desencadenó protestas, choques armados y, finalmente, una guerra abierta en los años noventa. Desde entonces, la disputa ha estado marcada por el apoyo externo: Armenia se apoyó en la protección militar rusa, mientras que Azerbaiyán fortaleció su posición gracias al respaldo político-militar de Turquía y a sus ingentes ingresos energéticos.

Este equilibrio se rompió tras la invasión rusa de Ucrania. Demasiado desgaste para el Kremlin. A la pérdida de capacidad operativa de Moscú en Asia Central se unía la inconveniencia de enfrentarse a Turquía, puerta del Mar Negro, país de blanqueo de importantes exportaciones rusas y mediador privilegiado con Ucrania y con Occidente. Esto redujo drásticamente su papel como garante de la seguridad de Armenia, creando una ventana de oportunidad que Azerbaiyán aprovechó para lanzar la ofensiva que le permitió completar el control sobre Nagorno Karabaj (también llamado Alto Karabaj o República de Artsaj) y expulsar del enclave a toda la población armenia cristiana (unas 100000 personas), la mayoría en dirección a Armenia.

La Unión Europea, pese a su afinidad cultural y religiosa cristiana con Armenia (primer país del mundo en adoptar oficialmente el cristianismo como religión de Estado en el año 301 d.C.), también ha relegado a este país del Cáucaso Sur a un segundo plano, priorizando su propia agenda energética y la estrategia de minar la influencia del Kremlin en Asia Central, el gran patio trasero ruso.

En este contexto, el acuerdo del pasado agosto nos enseña que la geopolítica del petróleo impone su lógica, presentando elementos profundamente favorables para Azerbaiyán y muy ambiguos para Armenia. La paz se firma para el reconocimiento mutuo de sus soberanías y se fijan las antiguas fronteras soviéticas como límites definitivos, un punto que, en principio, debería fortalecer la estabilidad. No obstante, uno de los apartados más problemáticos del acuerdo apadrinado por Trump es la apertura de un corredor terrestre que conectará Azerbaiyán con su enclave de Najicheván, atravesando la provincia armenia de Syunik. Este corredor otorga a Azerbaiyán acceso directo hacia Turquía, su principal aliado, a través de un pasillo en el sur de Armenia, lo que de facto supone una pérdida de soberanía armenia en una zona crítica de su geografía.  Este corredor Este-Oeste viene muy bien a la UE, Turquía y Azerbaiyán, y daña gravemente los intereses de Moscú, que pretendía impulsar un corredor Sur-Norte, para llevar los hidrocarburos de Irán y el Caspio hacia puertos rusos, lo que limitaría las opciones de UE de abastecimiento de hidrocarburos, agravando el resultado del embargo europeo al petróleo y gas ruso, impuesto desde la invasión de Ucrania.

[1]

Además, el proyecto del corredor será desarrollado bajo la denominada Ruta Trump para la Paz y la Prosperidad Internacional (TRIPP), que concede a Estados Unidos la gestión exclusiva del trazado y la infraestructura. Este aspecto no solo consolida la ventaja de Azerbaiyán, sino que otorga a Washington una herramienta directa de influencia regional. La ausencia de cualquier referencia al retorno seguro de los armenios desplazados de Artsaj —un elemento fundamental para la justicia y la estabilidad a largo plazo— refuerza la percepción de que el acuerdo está construido sobre prioridades geopolíticas, no humanitarias.

Con el acuerdo, todos ganan menos Rusia y Armenia. Para Trump, el acuerdo representa mucho más que un gesto de estabilización, puesto que le garantiza presencia en una zona fronteriza con Rusia, capacidad de influencia directa en el Cáucaso y un refuerzo de sus intereses comerciales, todo ello bajo la apariencia de un plan de paz global (quién sabe, quizás este acuerdo de Paz Armenia-Azerbaiyán, junto a otros que ha liderado Trump, como el Pakistán-India, Camboya-Tailandia, Congo-Ruanda, Gaza y Ucrania, le sirva al inquilino de la Casa Blanca para que le nominen al Premio Nóbel de la Paz del año que viene, premio que tanto ansía).

Para Azerbaiyán —y, por extensión, Turquía, su aliado fundamental y antagonista histórico de Armenia— el corredor supone un avance determinante que consolida su eje regional y les otorga una ventaja política y territorial de gran alcance. Todo ello relega a Armenia al papel de claro perdedor de la guerra, viéndose obligada, para evitar su extinción, a firmar un acuerdo de paz desde la debilidad.

En este escenario, la Unión Europea tiene la oportunidad de adoptar un papel más activo. Puede darle la mano a Armenia y abrazar al país como un socio estable en una región clave de Eurasia. De esta manera, dañaría gravemente la influencia rusa en el Cáucaso Sur, contrarrestaría el creciente peso de Turquía, mostraría capacidad de actuación ante China e Irán y evitaría que Estados Unidos monopolice la arquitectura del posconflicto. Al mismo tiempo, la UE haría valer los valores de las naciones democráticas que representa, al intentar oponerse a cualquier riesgo de limpieza étnica o vulneración de derechos humanos de las minorías cristianas en Asia Central, amenazas de las que diversas organizaciones llevan años alertando. Armenia y la UE ya están aplicando políticas de acercamiento[2], lo que supone por tanto una nueva estrategia armenia de apertura hacia occidente y alejamiento de su antiguo benefactor ruso[3].

Este acercamiento es una buena noticia para la UE. Ninguna nación es un amigo demasiado pequeño, y menos si está situado en un espacio tan interesante como el Cáucaso. Pese a lo reducido de la población armenia, casi 3 millones de habitantes, la Diáspora Armenia provocada por el genocidio de Turquía tras la I Guerra Mundial creó comunidades muy influyentes en Europa (especialmente Francia) y EEUU, hasta un total estimado actual de 8 millones de armenios repartidos por el mundo. Europa no está ante un conflicto periférico, sino ante un test directo de su capacidad para influir en un área de tradicional dominio ruso. Y este es, probablemente, el momento más importante de la Historia para demostrar esta capacidad.

Alicia González Pérez


[1] Dw/RFI. (2024, mayo 25). Armenia anuncia que devolvió cuatro pueblos a Azerbaiyán. RFI.

[2] https://www.boe.es/buscar/doc.php?id=DOUE-L-2025-81193 . Decisión (UE) 2025/1552 del Consejo, de 3 de marzo de 2025, relativa a la firma y celebración del Acuerdo entre la Unión Europea y la República de Armenia por el que se crea un marco para la participación de la República de Armenia en las operaciones de gestión de crisis de la Unión Europea.

[3] https://efe.com/euro-efe/2025-03-26/armenia-ley-negociaciones-ingreso-ue/ . Armenia aprueba ley que da luz verde a las negociaciones para su ingreso en la UE